Pashminadas, Reportes

Yo no me llamo 17: Puente

Hoy estoy supremamente cansada pero no podía romper el reto de subir el Yo no me llamo diario. Así que grabé rápido la canción que tuve pegada todo el día y me comprometo a contarles la historia de hoy cuando haya dormido y recobrado las fuerzas.

Hoy estuve en un pueblito de Boyacá llamado Arcabuco, en una de las expediciones de mi papá para buscar hongos (comestibles, cabe aclarar). Tengo muchas fotos, un par de datos curiosos sobre el pueblo y recomendaciones que prometo escribir aquí mismo mañana. Si se quieren enterar en tiempo real de la modificación avisaré por twitter.

Por ahora, sólo la tortura.

«Y gracias por venir» 😀

Ahora sí.

Cualquiera que vea las noticias o simplemente se asome por la ventana sabe las consecuencias terribles de la lluvia invernal en este rincón del mundo.
Pero, a pesar de llegar a Boyacá y volver a ver los valles inundados con los animales sin dónde pastar y los cultivos echados a perder, hay algo que debo agradecerle a la lluvia de esta época del año: permite que en los bosques nazcan muchos tipos de hongos.
Creo que me tomaré unos cuantos párrafos para explicarles todo el cuento con la ñoñería incluída. Porque está bueno pasarle a alguien (así sea anónimo) el conocimiento que van dejando en mi cabeza mis papás, dos grandes amantes de la naturaleza. Aprender tanto a través de ellos y no por alguna fuente de internet es algo muy valioso que debo aprovechar mientras pueda.

Amanita muscaria, el más famoso hongo alucinógeno del mundo mundial

En el colegio nos enseñaron que los hongos son todo un reino de la naturaleza, pero no nos alcanzamos a imaginar la cantidad de especies que existen y lo tremendamente útiles y necesarios que son para la vida en la tierra. Es triste que estén en el imaginario colectivo como formas de vida menos importantes que las animales o vegetales.
No me voy a extender, pero para hablar de los hongos que me fui a buscar quisiera primero compartir un par de conceptos.
Primero que todo, lo que conocemos como «setas» no son un hongo como tal, son sólo una parte de éste. Algo así como el fruto visible de una planta que no lo es tanto. En este caso el fruto es un macrocarpóforo: macro es grande, carpo es cuerpo y foro es portador, refiriéndose a un talo que porta encima una parte carnosa de mayor tamaño al resto del cuerpo y que contiene las esporas necesarias para la reproducción del hongo.

Cantarellus Sp.(¿?) Huele como el champiñón elevado a la décima potencia. No me imagino unos huevos con éste.

Ahora, si ese no es el hongo ¿cuál es? El hongo en realidad es el micelio, una formación de pequeños hilos o filamentos que son la forma «mamá» o más pura del hongo. Por lo general está latente en el hábitat del que se alimenta hasta el momento en que las condiciones ambientales se dan para poderse reproducir por medio de los frutos.

Líquenes y un hongo sobre una roca cerca a la quebrada

Digamos, por ejemplo, que si dejan un pan con un poco de humedad o una naranja al aire libre y bajo el sol, los hilitos claros como de algodón que salen primero son el micelio del hongo. Luego lo verde/amarillo/extraño que sale es el fruto que con las esporas que libera permite la reproducción (cuando las condiciones lo permiten, si hay suficiente naranja o pan para aportar nutrientes y que el fruto salga).

Boletus Sp.(¿?) bebé en el bosque.

Es así como funcionan los llamados «aquelarres» sobre los que crecen algunos tipos de hongos. En realidad son el espacio subterráneo en forma de anillo en el que vive el micelio, espacio que se va ampliando a medida que éste «se come el pan» por el esfuerzo de sacar a sus pequeños hongos a la superficie para poder reproducirse. Ese esfuerzo se da cuando el clima está perfecto, osea húmedo. Lo que nos lleva de nuevo al tema.

Cultivo de canola y detrás el bosque andino, parte del Santuario Natural de flora y fauna Santa María de Iguaque

Podemos encontrar hongos comestibles creciendo en todo tipo de sustrato o hábitat, desde maderas en descomposición, pasto, estiércol (como el champignón. Apuesto a que esa no se la sabían, ja!) o raíces de árboles.

Parejita de micorríticos bajo los pinos.

Esos últimos son llamados hongos micorríticos, aquellos que crecen en relación simbiótica (win-win) con las raíces o madera de los árboles. Ese es el tipo de hongos que buscábamos, en especial unos llamados boletus y que son conocidos (sin serlo realmente) por su extraordinario sabor.
Para ellos un hábitat ideal suele ser el bosque de caducifolios, especies de árboles que se llaman así porque pierden las hojas en gran cantidad, como pinos y otras coníferas, robles y almendros. Estas especies funcionan bien porque las hojas muertas en el suelo forman un capote o mantillo que mantiene la humedad después de la lluvia y permite cierta superficialidad en las raíces del árbol, lo que es perfecto para los hongos. Sin embargo no en todos los árboles que mudan mucho de hojas crecen hongos, digamos que es una cuestión de compatibilidad entre especies (por aquello de que son pareja con la raíz).

El capote de un robledal, al lado de una quebrada

Los hongos comestibles que buscábamos en esta ocasión crecen especialmente en robledales, así que nos fuimos a un sitio de Boyacá donde abundan los bosques de esa especie: Arcabuco.
Cada vez se hace más conocido este pequeñito pueblo porque le ahorra un peaje a quienes viajan de Tunja hasta Villa de Leyva. Además, me recuerdan todos, ya era muy famoso por los hongos (como la primera foto del post). Tiene un clima tremendamente frío y un paisaje espectacular alrededor, pues las montañas que lo rodean son parte de un Santuario Natural de fauna y flora con cientos de hectáreas de bosque nativo en el que, como ya dije, predomina el roble.
De hecho, en el centro del parque principal hay una pila/escultura en cemento que hace homenaje al roble.

La fuente del viejo roble, en Arcabuco (Boyacá).

"El roble y su alegoría a la vida" Fuente del parque principal de Arcabuco

Por una de las entradas al pueblo se puede ver una especie de museo excéntrico llena de cosas raras, fundada por Eduardo Malagón. Este señor, el «principal apóstol de Bolívar» (apunte del Boyacá 7 días), se puso a construír una cabeza gigante del libertador en su finca de descanso.
Además, montó una especie de tienda-anticuario-sala desordenada de museo donde tiene toda clase de cosas raras. No pudimos entrar porque justo ese día estaba cerrado, pero alcancé a tomar una foto desde la ventana hacia el interior.

La cabeza gigante de Bolívar en la Finca Museo Pensamiento y Libertad de Arcabuco

Y hablando de cosas raras, justo en la calle de en frente a la iglesia (que es más bien grande para un pueblo tan pequeño) hay un restaurante suizo. Totalmente salido de contexto, resalta entre todo lo demás que hay en el pueblo. Es de un suizo que llegó a Colombia por el amor de una Barranquillera con la que terminaron intercambiando el amor por la tierra de origen: ella se fue a vivir a Suiza y él se quedó en Colombia. Una amiga mía dice que él terminó en Arcabuco por los hongos. Y… puede ser 😀
La comida es muy buena. Resalto sobretodo el lomo en tocineta (abajo) y el chucrut, que nunca lo había probado. Al regreso del paseo volvimos y tomamos café, llevamos quesos (les recomendaría tener cuidado con el camembert, porque nos salió demasiado fuerte), pan alemán y chocolates. Todo estuvo delicioso. Es un sitio que no pueden dejar de conocer si deciden ir a esta parte de Boyacá.

Chocolates alemanes en la tienda del restaurante suizo en Arcabuco, Boyacá.

Sucede algo extraño con ese restaurante: entre semana  sirven menú del día que puede incluír cualquier delicia típicas que preparen allí. Y ese plato tipo «ejecutivo», en el que pueden servir salchichas alemanas o chucrut, cuesta seis mil pesos. Aún así, el sitio se ve solo a la hora del almuerzo. Quizá porque la gente del pueblo prefiere lo tradicional o quizá porque creen que es caro y no se atreven a verificar si en realidad lo es (cosa que dudo, pues todos los días ponen el menú con el precio en una pizarra de tiza afuera del restaurante).
El caso es que la gente de Arcabuco no sabe de lo que se está perdiendo.

Almuerzo ejecutivo de seis mil pesos con lomo en tocineta. Sí, seis mil pesos. Sí, lo del borde de la carne es tocineta. Sí, sabe tan rico como se lo imaginan.

Así que bueno, les recomiendo el paseo. Claro que es un peligro que se pongan a recolectar y preparar hongos sin saber cuáles son tóxicos y cuáles realmente se pueden consumir, entonces si tienen un amigo biólogo o alguien con experiencia en el tema con el que puedan hacer el plan, seguro que les parece una delicia.
Así sea sin buscar hongos, el paseo de todas formas vale mucho la pena. Boyacá es un departamento increíble de este país que tiene lugares preciosos en todos los rincones.

Boletus Sp.(¿?) para comer como Monesvol manda.

Nosotros pudimos recoger unos 12 boletus grandes. Esta vez no los secamos (porque tenían demasiada agua) sino que los preparamos en aceite de oliva para guardarlos, lo que no conservó el sabor con su fuerza pero que funcionó perfecto para la salsa de una pasta deliciosa el domingo. Y quedó para después.
También recogimos algunos de otras especies que no conocíamos para poderalas identificar después. Lo malo es que no estaban en los libros que tenemos y el buscador por imágenes de Google no logró gran cosa con las fotos que tomamos.
Es cierto, el invierno es triste y terrible. Pero tiene sus ventajas.
Estándar

2 comentarios en “Yo no me llamo 17: Puente

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